miércoles, 21 de diciembre de 2011

Rápida como el viento

Voy veloz, tomando decisiones, me asombro de mi misma, o conmigo misma. Me parece un nuevo estado, y lo mejor es que no me cuesta, me sale solo.
Es de las pocas veces que resuelvo una problema de amor usando la cabeza, ¿será bueno?, será como todo, ni malo ni bueno, situacional, real, mental, sexual, espiritual, actual...
Dudo, ¿eh?, si me pongo dudo.
Pero voy veloz, y en la velocidad hay poco margen de duda, no da tiempo a pensar mucho. Darle vueltas a las cosas, no, basta, quiero primeros impulsos, volver a confiar en mi instinto, salvajemente; con lo que se ve, se percibe y descubro a través de quien me mira, y muchas veces no hace falta ni que me miren, los miro y lo sé, observo y lo sé..., me gusta saberlo, esa conexión la necesito para siempre.
El estado más salvaje, un aroma, una mirada, un gesto..., ver más allá; porque ya nos conocemos, nos hemos saboreado y olido mutuamente, sólo con abrazarle y sentir su olor le reconozco y me siento en casa.
En el fondo es duro, sentimos, pero el pasado le puede. Lo entiendo, me jode, valoro su sinceridad, me jode... Es que estaba ya en casa... jode, sí.
Más vale antes que tarde, o antes tarde que nunca, pero con lo rápida que voy últimamente no creo que llegue tarde, porque yo voy muy bien de ritmo, a lo mejor se les hace tarde a otros, nunca se sabe... y eso sí que es lo mejor de todo, que no se sabe jamás lo que puede ocurrir, qué maravilla, ¿no?
Me quedo con ese pensamiento tan fantástico, la incertidumbre, y ahí me reitero y sigo oliendo, degustando, escuchando a mi lado más salvaje, que tiene tanto que decir y que dar...