Regalo desconfianza,
congelamiento visceral
y ensueños deteriorados.
También regalo palabras descosidas,
gastados anhelos
e intentos frustrados.
Ahora, son todos mis obsequios,
nacidos de extraños recelos,
inherentes o ajenos,
de pura cautela,
o emotivo decoro...
Que nadie lo coja,
que no es para alguien,
aunque fuera un obsequio.
Porque es inútil aliento
y cruel trance,
ya sea por convencional sensación,
o por simple desgaste.